“Llegué con más tiempo del habitual” comienza en Beirut en octubre de 2012. Es la historia de Aisha, que busca a su padre; de Zouhair, que busca el perdón; de Ahmed, que busca venganza; de Elías que busca riqueza y de otros personajes que entremezclan sus vidas cada uno buscando algo que cree posible.
Ubicada entre Beirut y Barcelona, tras el atentado de Wissam al-Hassan en 2012, esta novela pasea por lugares reales y entre personajes reales y ficticios, creando un mundo ficticio que convive con la realidad.
El juego entre protagonistas históricos y personajes imaginados crea complejas historias vitales que llevan el lector, paso a paso, hacia la confusa realidad de los países árabes mediterráneos, en un marco de intrigas y de pasiones humanas que mezclan diferentes culturas.
Esta novela ha sido escrita a cuatro manos, como si se tratara de una partida de ajedrez. Página a página, movimiento a movimiento.
Los dos jugadores, los dos autores, Agustín Méndez y Maria Vancells, apenas se conocen al inicio de la partida en febrero de 2024, ni saben el futuro de la historia, hasta que uno de ellos mueve ficha escribiendo unas páginas, y de esta forma se desarrolla la trama de la novela. Los movimientos de cada personaje se producen de forma inesperada para el otro jugador. El tablero elegido fue casual, pero acertado. Cada jugada crea, poco a poco, un futuro desconocido también para los jugadores, llegando hasta un final tan abierto como podría ser el de una partida de ajedrez.
«No nos perdimos porque no había destino».
“Llegué con más tiempo del habitual” comienza en Beirut en octubre de 2012. Es la historia de Aisha, que busca a su padre; de Zouhair, que busca el perdón; de Ahmed, que busca venganza; de Elías que busca riqueza y de otros personajes que entremezclan sus vidas cada uno buscando algo que cree posible.
Ubicada entre Beirut y Barcelona, tras el atentado de Wissam al-Hassan en 2012, esta novela pasea por lugares reales y entre personajes reales y ficticios, creando un mundo ficticio que convive con la realidad.
El juego entre protagonistas históricos y personajes imaginados crea complejas historias vitales que llevan el lector, paso a paso, hacia la confusa realidad de los países árabes mediterráneos en un marco de intrigas y de pasiones humanas que mezclan a diferentes culturas.
Esta novela ha sido escrita a cuatro manos, como si se tratara de una partida de ajedrez. Página a página, movimiento a movimiento.
Los dos jugadores, los dos autores, Agustín Méndez y Maria Vancells, apenas se conocen al inicio de la partida en febrero de 2024, ni saben el futuro de la historia, hasta que uno de ellos mueve ficha escribiendo unas páginas, y de esta forma se desarrolla la trama de la novela. Los movimientos de cada personaje se producen de forma inesperada para el otro jugador. El tablero elegido fue casual, pero acertado. Cada jugada crea, poco a poco, un futuro desconocido también para los jugadores, llegando hasta un final tan abierto como podría ser el de una partida de ajedrez.
«No nos perdimos porque no había destino».
Llegué con más tiempo del habitual al aeropuerto.
Los controles del aeropuerto se habían intensificado desde el atentado de Wissam al-Hassan y como sólo habían pasado dos semanas, seguían los chequeos con un celo que no se había visto antes.
Papá siempre hablaba de volver a Beirut. Beirut se convirtió para mí en una palabra maldita. Crecí con ella pegada a mis miedos. Beirut eran los ojos de mi padre con la mirada perdida, eran los silencios y los sueños del hombre que yo más amaba. Pero nosotros, vivíamos en Barcelona.
En cuanto abrió la puerta y nos miramos a los ojos, supe que me había equivocado. Habían pasado casi cuarenta años y mi hermano seguía mirándome con el mismo rencor con el que me despidió.
Tú naciste aquí, pero nunca fuiste de aquí. Tal vez creas que tu corazón estuvo aquí, pero aquí, de ti, no quedó nada, ¿qué quieres ahora? ¿Qué pretendes después de todo el daño que hiciste?
¿La paz? La paz no existe.
Como había dicho Hassan, la situación se complicaba, había enfrentamientos en distintas ciudades, sobre todo al sur. Disparos y muertos. Los odios de la guerra seguirían latentes en los hijos de los que en ella estuvieron.
Llegué con más tiempo del habitual al aeropuerto.
Los controles del aeropuerto se habían intensificado desde el atentado de Wissam al-Hassan y como sólo habían pasado dos semanas, seguían los chequeos con un celo que no se había visto antes.
Papá siempre hablaba de volver a Beirut. Beirut se convirtió para mí en una palabra maldita. Crecí con ella pegada a mis miedos. Beirut eran los ojos de mi padre con la mirada perdida, eran los silencios y los sueños del hombre que yo más amaba. Pero nosotros, vivíamos en Barcelona.
En cuanto abrió la puerta y nos miramos a los ojos, supe que me había equivocado. Habían pasado casi cuarenta años y mi hermano seguía mirándome con el mismo rencor con el que me despidió.
Tú naciste aquí, pero nunca fuiste de aquí. Tal vez creas que tu corazón estuvo aquí, pero aquí, de ti, no quedó nada, ¿Qué quieres ahora? ¿Qué pretendes después de todo el daño que hiciste?
¿La paz? La paz no existe.
Como había dicho Hassan, la situación se complicaba, había enfrentamientos en distintas ciudades, sobre todo al sur. Disparos y muertos. Los odios de la guerra seguirían latentes en los hijos de los que en ella estuvieron.
Nos encanta compartir con vosotros la entrevista que nos hicieron en el programa FAVES COMPTADES.
Nos podréis escuchar a partir del minuto 40.
Si ya eres uno de nuestros lectores, nos encantará tener tu opinión.